Un observador casual no siempre percibe la organización de las aulas de
enseñanza integral. Los maestros y los niños planifican en forma conjunta qué
van a hacer, cuándo y cómo lo harán, qué materiales se necesitan, cómo
obtenerlos o distribuirlos y dónde ubicarlos. Los planes a largo plazo proveen
un marco general y los de corto plazo hacen explícitos los detalles. Se oye el
zumbido de la actividad, se nota el nivel de participación de los niños y los
maestros, se goza con el bienestar y la comodidad que todos manifiestan, se
admiran las transiciones relativamente tranquilas al pasar de una actividad a
otra y se aprecia un orden no impuesto. El maestro está claramente a cargodel aula pero un visitante podría tardar algunos minutos antes de ubicarlo porque ese maestro está participando en varias actividades en el aula.
Es obvio que algunas aulas son físicamente más adecuadas que otras
para las actividades de enseñanza integral. Las filas de bancos clavados en el
piso no facilitan la tarea. Lillian Weber ha ayudado a maestros de Nueva York
a implementar la educación abierta utilizando los pasillos de los colegios. La
visión que se tiene del lenguaje, la enseñanza, el aprendizaje y el curriculum
es la que define el aula del “lenguaje integral”; el ambiente físico puede ser
adaptado.
El Ministro de Educación de Argentina dijo ayer que la alfabetización es
necesaria para una democracia, pero desafortunadamente, hay mucha gente
alfabetizada que no vive en democracia. Para aprender a vivir en democracia
deberemos tener aulas democráticas.
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